miércoles, 24 de febrero de 2010

Suerte. Hipótesis primera. Conoce tu nivel de suerte y sabrás cuánto debes esforzarte.

No sé si ustedes creen en la suerte, yo sí. Durante mucho tiempo creí que el 50% de todo lo que nos ocurría se debía a la suerte. Lo cual implicaba, de modo inverso, que solo podíamos dominar parcialmente nuestro destino, o sea, en un 50%. Por ejemplo, si nosotros deseábamos desesperadamente el amor de una mujer, primero, y antes de poder siquiera hablarle, debíamos tener la suerte de que nuestros caminos se crucen, o al menos saber de su existencia. Luego de que todas las variables imaginables coincidan (lengua, país, época, lugar, etc.), y se den también ciertos factores excluyentes (que me escuche, que le interese lo que digo, que esté disponible, que no vaya a morirse de una enfermedad terminal, que quiera verme nuevamente); recién entonces, podremos ejercer el legítimo derecho de gobernar la parte de nuestra vida que controlamos. Ahora bien, como cada examen se aprueba con un porcentaje determinado (80% para una beca, 60% en el colegio, 40% en la facultad), podemos extraer algunas conclusiones interesantes. Solo las situaciones que requieran menos del 50% para ser alcanzadas pueden ser producto exclusivo de la suerte. Cuanto más exigente sea el objetivo, más suerte se necesitará para conseguirlo. Los incapaces suertudos suelen pasar la mayoría de los exámenes poco relevantes. Y he aquí la máxima suprema, conoce tu nivel de suerte y sabrás cuanto debes esforzarte.

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